Le dicen “El manguito”
a la comunidad de Nuestra Señora de Chiquinquirá. Esta parte del barrio vibra
por la vida con especial intensidad, y quizás sea, en parte, por el espacio en
el cual les ha tocado vivir; para quien entre por primera vez a El Manguito, le
parecerá que está ante una verdadera obra de arte labrada en ladrillos. Las
casas tan entretejidas entre sí, hacen casi imposible que exista la actitud de indiferencia
entre las personas que aquí viven.
Pero por más romántica
que pueda llegar a ser la primera impresión, no es recomendable obviar el hecho
de que la comunidad de Nuestra Señora de Chiquinquirá, está inserta en Petare,
uno de los barrios más peligrosos del mundo,
y la gente de El Manguito sabe esto muy bien, por eso, durante la
parranda de la noche de hoy, han montado una polémica dramatización basada en
acontecimientos de la vida real.
Los jóvenes de El
Manguito, comunidad a la que por cierto acompaña nuestro hermano Juan Carlos,
se prepararon con entusiasmo para representar la violencia generada por el
abuso del alcohol, las drogas y el sexo. Nathaly, una adolescente de esta
comunidad, interpretó a una joven que influenciada por otros muchachos con
problemas de alcoholismo, terminó por hacerse una más de ellos. Osneider y
Jesús, otros jóvenes del barrio, representaron a dos amigos que terminaron
peleando entre sí debido al afecto que ambos sentían hacia el personaje de
Nathaly. Todo acabó en discusión y peleas, provocando que el personaje de
Osneider muriera a causa de un tiro por arma de fuego.
La dramatización de
los jóvenes también incluyó el acompañamiento del sacerdote claretiano,
personaje interpretado por Oniel, otro muchacho que hizo el papel del misionero
que acompaña a esta comunidad, es decir, Juan Carlos. Fue interesante observar
como un misionero claretiano puede ser capaz de colaborar en la reorientación
de la vida de una persona que se ha desvalorizado así misma. En este sentido, el
personaje interpretado por Nathaly, una joven viciada por el alcohol, embarazada
prematuramente y sin el apoyo de su pareja, representa a todas las mujeres
jóvenes que en el barrio atraviesan por esta misma situación, y que ante el
sufrimiento que experimentan, ven en el sacerdote del barrio a alguien que de
algún modo les puede ayudar.
Excelente el drama. El título de esta crónica "Malandros y Borrachos, los prejuicios que tenemos" de suyo es de interés. Ahora, extraño en la reseña que hacen, la mención de los "prejuicios" al respecto.
ResponderEliminarMuchachos, sigan trabajando con arrojo allí donde se cuece y se mutila la vida, pero también germina la esperanza y la paz. (Sliderve)
MI HERMANO GRACIAS POR TU ACOMPAÑAMIENTO A ESTAS CELEBRACIONES DESDE TU LUGAR DE MISIÓN, DESEO QUE SU EXPERIENCIA EN ESAS TIERRAS CARTAGENERAS LLENE DE MUCHA ALEGRÍA A MUCHOS Y MUCHAS QUE LA VIVEN...
ResponderEliminarTenemos un gran amor a la vida, pero a veces pueden más otros amores que, ofreciéndonos felicidad, nos quitan la vida. E. Gómez