“En el principio creó
Dios los cielos y la tierra. La tierra era caos y confusión: oscuridad cubría
el abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas” Gn 1, 1-2
Nuestra sociedad hoy se encuentra sumergida en un aparente
mar de desesperanza, la humanidad parece adentrarse en una época marcada por la
indiferencia. El desarrollo tecnológico, y la marcada tendencia individualista
propiciada por los medíos de comunicación, ha refugiado a las mujeres y los
hombres de hoy en el individualismo. Un ejemplo claro de ello es el poco
desarrollo de actividades lúdicas y que propicien la comunitariedad entre los chamos de los barrios, es cierto que aún, alguna cancha albergara unos cuantos
partidos de Basket, y algunos días en las calles de los diferentes sectores se
reúnen para “un partido de pelotica e´ goma” pero hoy por hoy lo más común es encontrar a muchos
chamos encerrados en sus casas, o en
cibers, drenando todas sus energías, frente a una máquina. Por su puesto, que mucho de ello responde a la gran ola de
violencia desatada en su entorno, pero también, paradójicamente al no ocupar
los espacios comunitarios, los cuales les pertenece, los conduce necesariamente
a que la delincuencia los ocupe.
La indiferencia, he allí el gran cáncer de época que se
vive, no en vano Stéphane Hessel, en el muy popular Texto ¡Indignaos!, librito
que se ha convertido para muchos en fuente de inspiración actualmente, cataloga
a la indiferencia como “la peor de las actitudes” la cual lleva a perder uno de
los componentes esenciales que forman al hombre. Uno de los componentes
indispensables: la facultad de indignación y el compromiso que le sigue.
El pueblo israelita en Egipto, es oscuridad y confusión; hoy la
indiferencia, el individualismo, la incapacidad de amar y solidarizarse, la
imposibilidad de generar esperanza es también oscuridad y confusión. Y en esa
situación entra Dios con su Palabra, llama a la existencia, organiza, entabla
un dialogo con el pueblo, “hace la Luz”, aquella que permite definir, además,
posteriormente se puede desarrollar un orden, por su existencia, por medio de la luz comienza la formación de lo creatural.
Hoy igual, Dios sigue llamado a la creación por medio de
Cristo, en Jesús y su Evangelio se nace a una nueva creación, aquella por la
cual el mismo Cristo entrego su vida; la construcción del Reino, quien
necesariamente ha de convertirse por el reconocimiento del hermano, pasando
así, de la indiferencia y el individualismo, a la acción y la comunitariedad,
siendo estas el resultado de la organización. El canto de despedida de la misa
popular salvadoreña, sintetiza de una
manera magistral los signos que comprueban el nacimiento de una nueva creación:
“Cuando el pobre busca al pobre y nace la organización,
es que empieza nuestra liberación.
Cuando el pobre anuncia al pobre
la esperanza que Él nos dio,
es que el Reino entre nosotros nació.”
Alirio Osorio
No hay comentarios:
Publicar un comentario