jueves, 3 de octubre de 2019

EXPERIENCIA MISIONERA EN BARQUISIMETO Y COMPARTIR CON LA FAMILIA. CLEIBER FLORES, CMF



Después de concluir el primer año de teología en el ITER fui enviado a compartir dos semanas con la comunidad de la parroquia “Claret” en Barquisimeto, Estado Lara Venezuela. Llegué el lunes 29 de julio en horas de la noche y fui muy bien recibido por los hermanos de comunidad Juan Carlos Olmedo CMF y José Felipe Pinto CMF.

Al día siguiente en la oración y con alegría Julián Hernández CMF me daba un caluroso y fraterno abrazo de bienvenida a la comunidad.  Poco a poco me involucré en la dinámica de la casa, colaboré en algunos momentos con la elaboración de los desayunos, la limpieza de la casa y del templo, cantaba la misa diaria (a excepción de los días en que animaban los ministerios de música de la parroquia) y por iniciativa me fui a las instalaciones de la “Comunal Claret” a colaborar y participar de la “olla solidaria”, donde me encontré con un grupo de “ex-anclistas” quienes llevan la coordinación y elaboración de la sopa los días sábados, trabajando para mostrar a un Jesús vivo que camina con los hermanos más necesitados.  Este grupo de servidores me compartían su encuentro con el Señor a través del testimonio y servicio de misioneros como Jerónimo Vara, Santiago Nieves, Marino Pérez, José Antonio Santana, Arquel Zambrano, y Rubén Gonzales y otros más, y como lo sembrado en ellos iba germinando la semilla del servicio, a ejemplo de Jesús el maestro y con estilo Claretiano.

Puedo decir que este tiempo de misión fue un espacio necesario en cual descansé, volví a lugares ya conocidos como el pueblo de Santa Rosa, El manto de la Virgen, etc. Compartí en lo musical con excelentes exponentes “guaros” (como popularmente se les dice a los larenses) y otros maravillosos miembros que tienen mucho que aportarnos a nosotros misioneros en formación y que se encuentran en nuestra parroquia Claret.



Con mi familia no fue tan agradable el compartir, ya que la situación del país que les toca vivir a diario, y que muchos pueden imaginar o creer que se exagera, los tiene sumidos en una tristeza y pesimismo colectivo que además genera prevenciones entre ellos mismos, distanciamientos, rencillas y discusiones que terminan por ampliar una brecha no vista antes en muchas realidades familiares en nuestro país.  El hambre, los problemas de salud, la dificultad de conseguir los medicamentos, los problemas de movilidad y transporte, las dificultades en los servicios públicos básicos de los cuales ya no gozan como antes, produce un desespero que se siente en el ambiente; la muerte de amigos cercanos a la familia y la enfermedad de algunos miembros desmotiva un poco al resto.

Gracias a Dios y a pesar de tantos problemas aún se generan y se aprovechan algunos espacios de compartir, de acercarse, y de hablar y desahogarse que para muchos funciona y lo mismo lo percibí en familias amigas a las que pude visitar y compartir en uno que otro momento. Mi presencia entre ellos fue de bajo perfil: ayudé, colaboré y animé en el nombre de Jesús, buscaba espacios para orar en familia y acrecentar un poco más la fe y la confianza en Dios en estos momentos en los que la fe y la confianza merman mucho. Me esforcé en mostrar la alegría que caracteriza al venezolano y más al que conoce a Jesús, y entre chistes, juegos, conversaciones serias y espacios de lágrimas y oración, Dios se hacía presente y haciéndonos sentir que caminaba con Nosotros.

A Dios, a la Iglesia y a la Congregación doy muchas gracias porque pude aprovechar al máximo todo lo que recibí en este año académico, formativo y pastoral, para ayudar, acompañar y caminar con mi familia, mis amigos, mis hermanos en la fe, mi gente que se encuentra por los momentos en este valle de lágrimas, lágrimas que serán enjugadas por el amor, la misericordia y el perdón de Dios muy pronto.  Yo así lo creo!

Cleiber J. Flores C. CMF

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