lunes, 5 de marzo de 2018

¿A DÓNDE IREMOS? SOLO TÚ NOS DAS LA VIDA.

La Cuaresma nos empuja hacia una marcha, a un recorrido que implica el desierto, lugar nada fácil, pero necesario para el encuentro con nuestro propio yo en la  interioridad, en el silencio, allí en lo más profundo de nuestro ser donde siempre hay una chispa de Dios que alumbra el camino hacia la Pascua.  Esta marcha pascual que inicia en el desierto para confrontarnos muchas veces con nuestros vacíos existenciales, la sed del ser, el cansancio, las expectativas empañadas, el desencanto y la búsqueda de significado, solo Jesucristo que conoce bien el desierto y sus fieras  la puede originar, empujar y llevar hacia la Pascua.

“En ocasiones la sed de sentido no la pueden explicar satisfactoriamente ni las claridades teológicas ni el fulgor de un ideal sino solamente un Jesucristo vivo y personal, mar de fuerza y dulzura, columna estabilizadora de las energías vitales. Cuando el señor comienza a vivir en el corazón, se colman las expectativas, todo lo cubre de belleza y sentido. Más aun,  el Señor, cuando está verdaderamente vivo en el corazón, no solo cubre los vacíos, sino que sana las esclerosis, vigoriza las anemias. En una palabra, Dios todo lo viste de alegría y la vida llega a ser adoración y amor”.

Resulta que a veces el tedio, la acedia, se apodera de nuestras energías vitales y se va perdiendo la pasión y enfriando el caminar. Llega la pesadumbre, ese no sé qué que no sabemos explicar. “Si hoy somos personas consagradas, significa que hubo un tiempo en que Jesús era un gran amigo, tan amigo que fue capaz de deslumbrarnos y arrancarnos de los brazos de un proyecto normal de vida y lanzarnos a este otro proyecto extraño y audaz de vida religiosa”.

En la particularidad de cada experiencia vital-espiritual son diversas las situaciones que pueden socavar y dejar vacíos, pero en casos generales ha podido acontecer lo siguiente: “que si hemos descuidamos nuestra relación personal con El, Jesús (su presencia) va desdibujándose en nuestro horizonte.  En la medida que eso sucede, se van perdiendo paso a paso las ganas de estar con Él, y cuanto menos estamos, menos ganas. Y cuanto menos estamos, él va perdiéndose de mi vista, evaporándose paulatinamente hasta desaparecer de mi esfera vital.  Jesús ha muerto para mí. Aquel que antaño me arrebataba, hoy me deja frio, aquel que fue mi primavera, hoy es hoja de otoño caído, rescoldo de una hoguera. Se llama desencanto”.

En fin, muchas cosas han podido abonar el proceso de desencanto. Pasaron los años y comenzaron a soplar los vientos de nuevas ideas.  Se decía que hoy hay que orar de distinta manera, que a Dios no hay que buscarlo en la soledad sino en el hervor de las calles,  en el fragor de las multitudes, que el que trabaja ya reza, que el apostolado ya es oración.  Sustituyeron la oración por la reflexión, muchas semanas de reflexión, pero poca oración.  Entonces cuando se quería entrar en oración de profundidad algo extraño pasaba, te sentías como perdido.  Naturalmente se fue perdiendo altura en la actividad orante y dentro de la ley de compensación, a mayor vacío interior, mayor actividad exterior.  Entonces cuanto más te sumergías  en los compromisos terrestres, más te desligabas de Jesús.  La vida del religioso comienza a perder sentido al abandono de la oración personal, frecuentas algún sacramento más por rutina que por hambre y asiste a la oración comunitaria de la misma manera.

Desvanecido  Jesús, un religioso viene a ser como si al universo le fallara el centro de gravedad, un cuerpo sin columna vertebral o a un edificio la viga maestra: todo se desajusta, pierde el equilibrio y comienza a tambalearse. Falla esa cosa sutil, fundamental e indefinible que llaman sentido de vida.

Con todo lo anterior, partiendo del supuesto de que el origen de todos los desencantos, vacíos y falta de sentido sea fundamentalmente el congelamiento de la pasión por el Señor, ¿Cómo despertar el apetito de Dios? ¿Cómo recuperar el encanto? ¿Cómo escapar de la instalación en la apatía espiritual? ¿Qué hacer para salir de esa situación?  Las respuestas seguro las hallaras a solas con aquel que te ha llamado a estar con él.  Es en el encuentro frecuente y profundo, en el trato personal, donde y cuando el Señor se torna en concretez y fuerza, alegría y presencia.  Si el Señor no es la alegría del religioso, este pronto llegará a sentir sensación de tedio e inutilidad, y de haberse equivocado ¿qué hago yo aquí?  Se preguntará. Y concluirá: mi vida ya no tiene sentido.

“De nuevo hay que poner en movimiento aquellas energías mentales que en la fe nos unen al Señor; hay que limpiar las vías oxidadas y establecer otra vez cálidas corrientes de vida entre el alma y Dios”Hay que orar.  Para recuperar el encanto por Jesucristo es necesario hablar con el Señor, hablar que no es necesariamente un cruce de palabras sino de interioridades, de corazón a corazón, como le gusta a Él, con corazón sincero, abriendo con honestidad el Ser.  Hay que Adorar, vivencia inmediata de Dios.  Adorar.  En la medida que esto suceda, Dios será para mi más próximo y vivo, Dios va siendo cada vez más alguien en quien y por quien se superan las dificultades, se asumen con alegría los sacrificios, nace el amor, de nuevo todo tiene sentido.  Otra vez se abre el espiral de la vida para el religioso.

¿Señor a dónde iremos? Solo tú nos das la vida. Levántate, inicia la marcha y ve hacia el Señor que da la vida, fortalece tu experiencia oracional. Escúchale hoy en el desierto.

¿Cómo te sientes? ¿Cómo es tu oración personal hoy? ¿Qué quisieras contarle hoy a Jesús?

Te propongo el ejercicio de escribir al respecto, tu actual experiencia y situación.  Te ayudará. El pueblo de Israel escribió su experiencia de desierto, de camino, de lágrimas, cansancio, pero también de encuentro y vida  para recordar siempre lo que Dios hizo para darle libertad, la Pascua.

¡Habla con Jesús!

Víctor Manuel Fontalvo Camargo, cmf


LA VIDA ESPIRITUAL DE LOS RELIGIOSOS. IGNACIO LARRAÑAGA.O.F.M.C. (1981). LA URGENCIA DE DIOS EN EL HOMBRE CONTEMPORANEO. MADRID: INSTITUTO TEOLOGICO DE VIDA RELIGIOSA.

1 comentario:

  1. Hacer el ejercicio de escribir, se complementa con el oficio de dialogar con los hermanos para descubrir la riqueza y divergencias que enriquecen nuestro camino cuaresmal. En común oración, esperamos que sigan ese hermoso camino misionero, aprovechando la formación.

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